CAPITULO 99 PARTE 2:

 Después de jugar y mirar la televisión 

Isabela finalmente se durmió en brazos de su hermano por lo que la cargo y llevó a su cuna 

Al bajar a la sala se quedó viendo la tele un rato más sin saber como ni cuando pero se quedó dormido en el sofá 

Se despertó al sentir una mano y al despertar vio a su madre Josefina despertandolo 

Josefina lo miraba con una mezcla de ternura y orgullo mientras lo sacudía suavemente para despertarlo.

Hijo, ¿te quedaste dormido aquí? -preguntó con una sonrisa mientras se sentaba junto a él en el sofá.

Leo se frotó los ojos, todavía algo desorientado.

Sí, ma... Isa se quedó dormida primero, la llevé a su cuna y pensé que podía quedarme un rato más viendo tele, pero... supongo que el cansancio me ganó.

Josefina le acarició el cabello con cuidado.

Hiciste un excelente trabajo cuidándola, Leo. Cuando llegamos, todo estaba en orden. Isa estaba profundamente dormida y la casa impecable. Estoy muy orgullosa de ti, cariño.

Leo esbozó una leve sonrisa, sintiendo un calor reconfortante en el pecho.
Gracias, ma. Solo hice lo que tenía que hacer... aunque creo que también me pasé un poco con el helado.
Josefina soltó una risa baja.
Vi el plato del helado en el fregadero. No te preocupes, a veces un pequeño premio no hace daño.
Leo se incorporó lentamente, estirándose.
Bueno, parece que todo salió bien. Pero ustedes no llegaron muy tarde, ¿no?
No, llegamos hace media hora. Estuvimos hablando un poco mientras te dejábamos descansar. Tu papá también está orgulloso de ti. Dice que te has convertido en todo un hombre de familia.
Leo sonrió, aunque se sentía un poco avergonzado por el cumplido.
Supongo que es gracias a ustedes... Si no me hubieran adoptado, no sé en qué estaría metido ahora.
Josefina lo abrazó con fuerza, transmitiéndole todo su amor.
Y nosotros no podríamos estar más felices de haberte elegido. Eres una bendición, Leo. Ahora ve a dormir a tu cama, te lo ganaste.
Leo asintió, se levantó y se dirigió a su habitación, sintiéndose en paz consigo mismo. Sabía que tenía una familia que lo amaba y que él podía ser un hermano mayor ejemplar para Isabela.
Cuando Leo subió a su habitación, se detuvo un momento en la puerta de la habitación de Isa. Abrió lentamente para asomarse y verla dormir profundamente, abrazada a su peluche favorito. Una sonrisa se dibujó en su rostro al observar lo tranquila que se veía.
Duerme bien, enana -murmuró en voz baja antes de cerrar la puerta con cuidado.
Al llegar a su cuarto, se dejó caer en la cama, sintiendo el cansancio del día. Sin embargo, no podía evitar pensar en lo mucho que había cambiado su vida desde que llegó a esta familia. Recordaba lo difícil que había sido al principio, cómo desconfiaba de todo y todos, pero ahora... se sentía amado, aceptado y, sobre todo, en casa.
Mientras cerraba los ojos, una pequeña idea cruzó su mente.
Tal vez debería planear algo especial para Isa... algo divertido este fin de semana. Se lo merece.
Desde que Isabela había llegado a sus vidas, sentía que había encontrado un propósito más grande que él mismo. Ser su hermano mayor no era solo una responsabilidad, era una oportunidad para darle todo el amor que alguna vez le faltó en su infancia.
Y con ese pensamiento, Leo se quedó profundamente dormido, tranquilo y feliz recordando cómo, a pesar de todo lo que había vivido, había encontrado en Josefina, Martín e Isa un verdadero hogar. Quizá todo el dolor tuvo un propósito-pensó mientras cerraba los ojos.
A la mañana siguiente, fue despertado por las pequeñas manos de Isa sacudiéndolo y diciendo con su vocecita:
¡Leo, Leo! ¡A desayunar!
Leo abrió los ojos lentamente, viendo el rostro sonriente de su hermanita.
Buenos días, Isa. ¿Qué tal dormiste?
¡Bien! Ahora a comer -dijo con entusiasmo, jalándolo de la mano.
Leo no pudo evitar reír.
Está bien, enana, vamos.
Mientras bajaban juntos, Josefina y Martín los esperaban en la mesa con un desayuno preparado. Isa corrió a su silla, mientras Leo se sentaba junto a ella.
¿Dormiste bien, hijo? -preguntó Martín mientras servía el café.
Sí, aunque creo que Isa estaba más ansiosa por despertarme que por el desayuno -respondió Leo con una sonrisa, revolviéndole el cabello a su hermana.
La familia compartió el desayuno entre risas y conversaciones ligeras. Leo sentía, una vez más, que estaba exactamente donde debía estar: en un hogar lleno de amor y apoyo.
¿Listo para el concurso de historia esta semana?-preguntó Josefina
Leo asintió mientras preparaba el biberón de Isa.
Sí, creo que me siento preparado. Aunque admito que los nervios siempre están ahí.
Martín se acercó y le dio una palmada en el hombro.
No te preocupes, Leo. Estamos seguros de que lo harás increíble. Además, tienes un gran talento para la historia.
Leo sonrió mientras le daba el biberón a Isa. Su pequeña hermanita lo miraba con admiración, como si entendiera lo importante que era este momento para él.
Después de desayunar,
Leo llevó a Isa al cambiador y, con la práctica que había adquirido como su hermano mayor, le cambió el pañal rápidamente mientras ella pataleaba y balbuceaba canciones inventadas.
Listo, señorita. Ahora, a vestirnos -dijo Leo, levantándola en brazos y llevándola al armario.
Abrió la puerta del armario, mostrando las opciones de ropa que tenía para su hermanita.
¿Qué quieres usar hoy, Isa? ¿El vestido amarillo o el conjunto cómodo con los ositos?
Isa miró ambas prendas con curiosidad, pero rápidamente señaló el vestido con una gran sonrisa.
¡El bibo!
El vestido, ¿eh? Claro, vamos a ponértelo -dijo Leo, tomando la prenda elegida y poniéndosela cuidadosamente.
Una vez vestida, la sentó en la silla frente al espejo y comenzó a peinarla.
Hoy te voy a hacer unas trenzas, ¿qué te parece? -preguntó mientras comenzaba a trabajar en su cabello.
Isa asintió emocionada, quedándose sorprendentemente quieta mientras Leo trenzaba con cuidado. Al terminar, Leo le mostró el resultado en el espejo.
¿Qué opinas, enana?
Isa aplaudió con entusiasmo.
¡Bonita!
Leo sonrió y la abrazó.
Sí, estás muy bonita. Ahora, ¿qué tal si jugamos un rato?
Isa asintió, agarrando la mano de su hermano y llevándolo al salón. Allí, Leo se sentó en el suelo y dejó que Isa eligiera sus juguetes favoritos. Pasaron la mañana construyendo torres con bloques, jugando con muñecas y corriendo por la sala, llenando la casa de risas y alegría.
Leo pasó la mañana jugando con Isa y repasando algunos datos históricos mientras ella lo "ayudaba" a su manera, señalando dibujos en los libros y riéndose cada vez que él hacía voces graciosas. Aunque el concurso estaba cerca, Leo sabía que no había nada más importante que esos pequeños momentos con su hermana.
Con Isa, con mis papás... tengo todo lo que necesito-pensó, sintiéndose más motivado que nunca para dar lo mejor de sí en cada aspecto de su vida.
Mientras jugaban, Isa decidió que sus muñecas necesitaban una "fiesta".
¡Leo, té! -dijo señalando una pequeña tetera de juguete.
¿Un té? Claro, señorita -respondió Leo, poniéndose de pie para preparar la mesa de juguete. Colocó las tacitas y los platitos mientras Isa acomodaba a sus muñecas alrededor.
Con su creatividad desbordante, Isa comenzó a "servir" té para todos. Leo fingió beber y hasta hizo un comentario en tono sofisticado:
Este té es excelente, señorita Isabela. ¿De qué sabor es?
Isa se rió, llevándose un dedo a la boca como si estuviera pensando.
¡Chocolate!
¡Ah, mi favorito! -dijo Leo, exagerando su reacción, lo que hizo que Isa riera más fuerte.
Después de un rato, Isa comenzó a bostezar, señal de que la energía de la mañana estaba comenzando a agotarse. Leo la cargó y la llevó al sofá, donde se acurrucaron juntos mientras veía un programa infantil.
¿Cansada ya, enana? -preguntó Leo, acariciándole el cabello mientras Isa se acomodaba más en su pecho.
No, no... -balbuceó Isa, aunque sus ojos comenzaban a cerrarse lentamente.
En poco tiempo, la pequeña estaba profundamente dormida, su carita tranquila y su respiración suave. Leo la miró con una sonrisa.
Eres un terremoto, pero me encanta cuidarte -susurró antes de levantarse con cuidado para llevarla a su cuna.
La acostó, la cubrió con una mantita y le dio un beso en la frente.
Duerme bien, Isa.
Con su hermana descansando, Leo aprovechó para recoger los juguetes y dejar la casa ordenada antes de que sus padres regresaran. Mientras guardaba los bloques, no podía evitar sonreír, sintiéndose orgulloso de ser el hermano mayor que Isa necesitaba.
Leo barrio aspiro y limpio la casa
Junto los juguetes y ordenó la casa
Era un sábado movidiso
Sus amigos llegaron para ayudarlo con el concurso y practicar las preguntas(estaban Austin Hector Donovan Richard William Kevin Julio Andres Walter Gaston Esteban Enrique Ernesto Eduardo Juan Ignacio Danielle Manuel y Vero)
Bien señor Leo ¿en que año las mujeres tuvieron derecho de voto e ir a estudiar?-preguntó Kevin
1926-dijo Leo
¡Correcto! -dijo Kevin, apuntando en una libreta mientras los demás asentían.
Esa está muy fácil para él -comentó Manuel con una sonrisa burlona. Pregúntale algo más difícil, como sobre las sufragistas.
¡Yo tengo una! -intervino Danielle, revisando sus notas.- ¿Qué evento importante marcó el inicio del movimiento sufragista en Estados Unidos?
Leo pensó por un momento y respondió con seguridad:
La Convención de Seneca Falls en 1848, organizada por Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott.
¡Impresionante! -dijo Danielle, aplaudiendo.
Bien, pero cambiemos el tema un poco- propuso Héctor, levantando la mano. Señor Rocket, ¿qué papel jugó Remedios de Escalada durante las luchas de independencia en Argentina?
Leo sonrió confiado.
Fue una figura clave de apoyo moral y logístico. Además, como esposa de San Martín, ayudó a coordinar estrategias y motivó a las tropas. Su trabajo como enfermera también fue muy importante.
¡Qué tipo más listo! -dijo Austin, dándole una palmadita en la espalda.
Mientras repasaban más preguntas, la sala se llenó de risas y bromas. Vero, que estaba sentada al lado de Leo, le ofreció un poco de agua.
Estás imparable, ¿eh? Estoy segura de que vas a ganar.
Espero que sí -respondió Leo, ajustando los papeles que tenía frente a él. -Pero más que ganar, quiero demostrarme que puedo lograrlo a pesar de todo.
Eso ya lo estás haciendo, Leo -dijo Danielle con una sonrisa de apoyo.
Isa apareció en medio del grupo, frotándose los ojos después de haberse despertado de su siesta.
¿Juegan? -preguntó, mirando a todos curiosamente.
Estamos ayudando a Leo con su concurso, pequeña -le explicó Manuel.
Isa se acercó a Leo y se subió en su regazo, mirando los papeles como si entendiera.
Leo gana -declaró con toda la seguridad del mundo, provocando risas entre todos.
¡Con esa motivación, seguro que sí! -exclamó Kevin mientras levantaba el puño en señal de apoyo.
La tarde continuó entre preguntas y juegos para mantener a Isa entretenida, haciendo del sábado un día productivo y lleno de momentos agradables.
El lunes a pocos días del concurso Leo había pedido permiso a la Directora para hacer un altar de velas En el patio Manu Leo Dani y Vero prendían velas alrededor de una foto de Sara a los 5 años Se hizo justicia Sarita la responsable de arrebatarte de nuestro lado está pagando tu padre puede descansar en paz al saber que tu corazón le salvo la vida a un niño -dijo Leo- Sara estaría orgullosa de ti Leo-dijo Manu abrazándolo de lado-
El ambiente en el patio era solemne, solo iluminado por las velas que rodeaban la foto de Sara. Leo se arrodilló frente al altar, con una expresión de serenidad mezclada con melancolía. El viento soplaba suavemente, como si la naturaleza misma respetara el momento.
Te extraño tanto, Sarita -murmuró Leo, su voz quebrándose un poco mientras acariciaba el marco de la foto.- No sabes cuánto desearía que estuvieras aquí para ver todo lo que hemos logrado.
Manu, que estaba de pie a su lado, apretó su hombro con fuerza.
Ella está aquí, Leo. No físicamente, pero sé que nos está mirando desde donde esté. Y estoy seguro de que está orgullosa de ti, más de lo que te imaginas.
Danielle y Vero, aunque no conocieron a Sara como Manu y Leo, se mantenían en silencio, respetando el momento. Ambas habían escuchado tantas historias sobre ella que sentían como si la conocieran.
Leo, ¿puedo? -preguntó Vero en voz baja, señalando la foto.
Leo asintió, y Vero se acercó para colocar una pequeña flor blanca al lado del marco.
Aunque no te conocí, gracias por ser una inspiración para este chico tan especial -susurró.
Manu, con los ojos vidriosos, se inclinó hacia la foto.
Tú siempre decías que Leo y yo éramos como hermanos... Y aunque nos duele mucho tu ausencia, prometo cuidar de él, como tú siempre quisiste.
Leo tomó aire profundamente, intentando mantener la compostura.
Hicimos esto por ti, Sara. Para recordarte. Y para recordarnos a nosotros mismos que, aunque no estés aquí físicamente, sigues siendo una parte de nosotros.
El grupo permaneció en silencio por unos minutos, dejando que las llamas de las velas bailaran suavemente en el aire nocturno. Finalmente, Leo se puso de pie y miró a sus amigos.
Gracias por estar aquí conmigo. Significa mucho.
Danielle le dio un pequeño golpe en el hombro y sonrió.
Siempre, Leo. No estás solo.
Mientras se retiraban del altar, dejando las velas encendidas, Leo sintió una ligera brisa que le acarició el rostro. Cerró los ojos un momento, sintiendo una paz que hacía mucho no experimentaba, como si Sara le estuviera enviando un mensaje: "Estoy aquí, Leo. Siempre estaré contigo."
La directora Lucrecia Vanderbille observaba desde una distancia prudente, de pie bajo la sombra de un árbol cercano. Aunque no interactuó directamente con ellos, su presencia era más que una simple supervisión por el tema del fuego. Había algo en los gestos de esos chicos, en la solemnidad del momento, que conmovió incluso su rígido corazón.
Mientras veía a Leo hablarle a la foto de Sara, notó la intensidad en sus palabras, el peso de su pérdida y la madurez que había adquirido a tan temprana edad. Suspiró, cruzando los brazos.
"Tan jóvenes y ya cargan con tanto dolor," pensó. Aunque era estricta en su papel de directora, entendía la importancia de permitirles un espacio para recordar y procesar lo que había ocurrido.
De vez en cuando, echaba un vistazo a las velas, asegurándose de que todo estuviera bajo control. Pero lo que realmente le llamó la atención era la camaradería y el respeto entre los amigos de Leo. Danielle y Verónica, aunque más distantes del recuerdo de Sara, apoyaban a Leo y Manuel como si su dolor fuera también el de ellas.
Cuando el grupo comenzó a dispersarse, Lucrecia dio unos pasos hacia ellos, manteniendo su voz serena.
Han sido muy respetuosos con este momento. Aprecio la responsabilidad que mostraron al organizar esto.
Leo levantó la mirada hacia ella, sorprendido de que la directora estuviera allí.
Gracias por permitirnos hacerlo, directora. Significa mucho para nosotros.
Ella asintió, mirándolo con un toque de suavidad en su expresión, algo poco común en ella.
No tienen que agradecerme. Este tipo de actos de memoria son importantes. Lo único que les pido es que siempre recuerden que mantener viva la memoria de alguien no es solo encender velas, sino vivir de una manera que los haga sentir orgullosos desde donde estén.
Leo asintió con seriedad, sus ojos reflejando una mezcla de gratitud y tristeza.
Lo haré. Siempre lo haré.
La directora los dejó marchar después de asegurarse de que todo estuviera apagado y en orden. Mientras se quedaba sola en el patio, dio una última mirada al altar antes de apagar las últimas velas. Por un breve momento, cerró los ojos y susurró para sí misma:
Descansa en paz, pequeña. Estos chicos te llevarán siempre en su corazón.
Desde el cielo
Sara junto al abuelo Max de Leo veían a su amigo y nieto
Es un muchacho increíble-dijo Max
Asi es señor Maximiliano Leo es increíble-dijo Sara-
Me decepciona tanto en lo que mi hija Lorena se ha convertido no solo por lo de tu muerte sino por como ha hecho sufrir a Leo y como fue de egoísta y lo abandono emocionalmente ella fue peor en su berrinche cuando llegamos con su hermano pero esto hacerlo sufrir explotarlo y amenazarlo con matarle...merece lo que le esta pasando y Saúl también lo merece
Sara y Max observaban desde su rincón en el cielo, viendo a Leo y a sus amigos mientras compartían ese momento de memoria y respeto. Aunque sus cuerpos ya no estaban allí, su amor por él seguía intacto, y a través de su conexión eterna con el joven, veían lo que había logrado superar.
Max, con su sabiduría y su profunda experiencia de vida, se tomó un momento para reflexionar antes de hablar.
Es un muchacho increíble -dijo Max, sonriendo con orgullo mientras observaba a Leo con la mirada fija en su altar.
Sara, a su lado, asintió, con los ojos brillando por el cariño y el pesar que sentía por Leo.
Así es, señor Maximiliano. Leo es increíble. A pesar de todo lo que ha sufrido, sigue siendo una persona con un corazón puro, con un alma fuerte y resiliente. Es un verdadero héroe, aunque no siempre lo vea así.
Max respiró hondo, como si tratara de calmar la ira que lo invadía al recordar los momentos difíciles que su nieto había vivido. La pena por la injusticia que había sufrido Leo lo invadió una vez más.
Me decepciona tanto en lo que mi hija Lorena se ha convertido -dijo Max con tristeza. El tono de su voz era firme, pero lleno de dolor. -No solo por lo que pasó con tu muerte, sino por todo lo que ha hecho sufrir a Leo. Lo abandonó emocionalmente cuando más lo necesitaba... y, sobre todo, lo explotó y amenazó con hacerle daño. Lo peor es que ni siquiera se dio cuenta de lo que le estaba haciendo.
Sara lo miró, su expresión seria mientras asimilaba cada palabra de su abuelo.
Fue egoísta, Max. Lo fue desde siempre, y lo demostró aún más en el momento en que la familia se rompió. Aceptó la vida que tenía sin luchar por lo que realmente importaba. Leo nunca fue su prioridad, incluso cuando estaba sufriendo por su abandono. Esa fue la peor parte, ver cómo ignoraba el dolor de su propio hijo.
Max asentó, con rabia contenida en su voz, mientras observaba la escena que ocurría en la Tierra.
No me cabe duda de que Saúl también tiene su parte en todo esto. Ambos merecen lo que les está pasando. No digo que Leo sea perfecto, pero lo que le hicieron... eso no tiene perdón. La injusticia, la indiferencia y la crueldad con la que trataron a un niño que solo pedía amor, comprensión y apoyo... eso es algo que jamás debería haber sucedido.
Sara miró a Leo desde el cielo, su corazón lleno de pena y cariño. Aunque ya no podía estar físicamente a su lado, ella seguía luchando por él en su propio modo. Al final, lo que más deseaba era verlo feliz y sano, lejos de las sombras del pasado.
Sí, Max. Pero aún así, a Leo no le importan esas personas. Él ha encontrado una nueva familia, una que lo quiere y lo cuida. Y, aunque yo no pueda estar allí, sé que siempre lo haré. Siempre lo vigilaré desde aquí.
Max la miró con una sonrisa triste pero serena.
Así es, Sara. Y Leo también lo sabe. Sabe que siempre estaremos con él, en espíritu, en cada paso que dé. Y aunque la vida le haya dado duras lecciones, está aprendiendo a ser fuerte. Esa fortaleza que le dieron el dolor y el amor de las personas que realmente importan.
Sara sonrió levemente, mirando a Leo por última vez antes de que el cielo tomara su forma etérea y pacífica.
Todo estará bien, Max. Leo encontrará la paz que se merece.
Max asintió con calma, viendo cómo Leo se mantenía firme en su propósito, rodeado de los amigos que había encontrado, y de la familia que lo cuidaba con amor y comprensión. Aunque la tristeza siempre lo invadía al pensar en lo que su nieto había tenido que enfrentar, no podía dejar de sentir un profundo orgullo por su fortaleza y valentía.
El camino de Leo no ha sido fácil, pero ha aprendido a tomar el control de su vida, a pesar de las adversidades -dijo Max, mirando con ternura a Leo desde el cielo.- Es un joven increíble, y sé que hará grandes cosas. No importa lo que venga, él sabe cómo seguir adelante.
Sara, que siempre había sido protectora con Leo, sonrió, un brillo de esperanza iluminando sus ojos. A pesar de las sombras que se cernían sobre su amigo, ella sabía que el amor y el sacrificio que había dejado atrás, así como la lucha por su propia felicidad, siempre estarían con él, guiándolo.
Sí, Max. Y aunque mi partida haya sido un golpe para él, sé que nunca lo abandoné. Siempre estaré con él en su corazón, como lo estarás tú. Nos convertimos en una parte de su vida que lo acompañará por siempre. Esa es nuestra misión, aunque ya no podamos estar físicamente allí.
Max acarició suavemente la imagen de Leo, como si pudiera tocarlo en ese preciso momento.
Lo sé, Sara. Y eso le da una fuerza increíble. La vida lo ha marcado, pero también lo ha moldeado en alguien más sabio y capaz de enfrentar cualquier obstáculo. Como dice el dicho, lo que no te mata te hace más fuerte. Leo lo ha vivido en carne propia. Y sé que, a pesar de todo, tiene una oportunidad para encontrar la felicidad que siempre se le escapó.
Sara asintió, y una sensación de paz comenzó a llenar su ser. Podía ver que Leo seguía luchando, que no se rendía, que su corazón seguía siendo puro, aunque el mundo a su alrededor parecía tan oscuro. Era ese amor lo que finalmente lo salvaría.
Lo que más quiero es que sea feliz. Que encuentre la paz que se merece. Que en algún momento pueda dejar atrás ese dolor y tener una vida tranquila, llena de amor y rodeado de aquellos que lo apoyan incondicionalmente.
Max sonrió, sabiendo que, aunque la vida de Leo seguiría siendo complicada, no estaba solo. El amor, la esperanza y la determinación seguían en él.
Lo logrará, Sara. Siempre que tenga a su lado a las personas correctas, siempre que se apoye en su familia y sus amigos, encontrará la manera de seguir adelante. Y nosotros, desde aquí, lo apoyaremos hasta el final.
La figura de Max se desvaneció lentamente en la quietud del cielo, mientras Sara lo miraba con una última sonrisa de cariño. A pesar de la distancia, ambos sabían que Leo nunca estaría realmente solo.
Leo tenía la fortaleza para seguir, y siempre tendría el amor de quienes lo habían querido, aunque ya no estuvieran físicamente presentes.


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